Contemplar los arenales de cualquier desierto de nuestro Perú es volver la mirada a nuestro Villa El Salvador, fruncir el cejo con el recuerdo donde nada hubo, ahora tenemos mucho, mirar los rostros de nuestros padres, abuelos y notar que con orgullo pueden expresar tenemos una ciudad que fue obra de la creatividad, de un pueblo organizado, con hombres y mujeres que asumieron retos y lo cumplieron.
Lo que fueron esperanzas son realidad viviente, lo que fue un sueño es tocar con nuestras manos la heroicidad de un pueblo luchador.
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